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El de Bianchi, un accidente que pudo haberse evitado

El accidente que, nueve meses después, se ha cobrado la vida de Jules Bianchi nunca debió ocurrir. Sucedió en un extraño GP de Japón, que comenzó con amenaza de lluvia torrencial por la cercanía del tifón Phanfone. Por prudencia, todos los pilotos montaron neumáticos intermedios de lluvia, pero a poco de concluir la carrera comenzó a llover con mucha fuerza. La mayoría seguía en pista haciendo caso de las estrategias que marcaban sus ingenieros y otros entraban poner neumáticos extremos para no arriesgarse a que una salida de pista echara por tierra el trabajo.

Uno de esos pilotos con neumáticos intermedios, Adrián Sutil, perdió el control de su Sauber y se estrelló contra las protecciones. Rápidamente los comisarios intentaron retirar el coche, que ya estaba a unos metros en una zona segura. Esa curva, la séptima de Suzuka, era un charco enorme y a la vez una de las más rápidas del circuito, donde se llega a más de 200 kilómetros por hora. Instantes después de comenzar a retirar el coche de Sutil, ocurrió la tragedia. Jules Bianchi se salía de la pista en el mismo punto e impactaba directamente con la grúa metiéndose literalmente debajo de ella. Seguramente tendrían que haber parado la carrera antes y haber señalizado mejor los trabajos sobre el monoplaza de Sutil.

El caso es que la grúa estaba en la escapatoria de la curva pero dentro de la zona de seguridad. Jules tuvo muy mala suerte, impactando de lleno con la grúa que destrozó las esperanzas de dos familias, la suya y la de la Formula 1. El propio Sutil fue testigo del accidente y totalmente desencajado ya nos dio una idea de lo que había pasado: “No quiero decir nada más. Nada más. Lo que he visto en ese momento no lo voy a olvidar en la vida”. Ya con la carrera parada, llegó el coche médico que actuó con la celeridad y profesionalidad que se exige en situaciones como esta, estabilizando al piloto francés y trasladándolo al Hospital de Mie donde ingresó en estado muy grave e inconsciente del que jamás despertaría.

Muchas han sido las voces que se han levantado estos meses pidiendo más seguridad, pero lo cierto es que después de la investigación se determinó que los protocolos habían funcionado perfectamente y que el accidente fue fruto de la mala suerte. El propio Niki Lauda declaró, “este es un deporte de riesgo, estamos acostumbrados a que nunca pase nada porque la seguridad es muy alta y sigue siéndolo, pero a veces suceden este tipo de cosas. Todo se he hecho de manera correcta, pero ha sido una mala suerte”.